“Hola, lo siento, te envié un código de 6 dígitos por SMS por error, ¿me lo puede mandar favor? Es urgente”
Si en algún momento recibes un mensaje igual o similar por WhatsApp de alguno de tus contactos, desconfía. Tu móvil está a punto de ser hackeado.
Hasta hace una semana yo vivía feliz, en la inopia. Sin saber que los amigos de lo ajeno podían querer acceder a mi WhatsApp para ver los mensajes que intercambio con mi familia, mis amigos, mis alumnos, mis compañeros de trabajo, mis conocidos…
Pero fue justo hace una semana cuando a la hermana de una amiga le hackearon el teléfono. Modificando todos los grupos en los que estaba, enviando mensajes un tanto groseros a otros contactos y expulsando a los integrantes de los chats para quedarse con todos sus secretos.
Mi amiga dice que su hermana desinstaló el WhatsApp, reseteó el teléfono y volvió a instalar la aplicación. Et voilá todo volvió a la normalidad. Y menos mal que nos iba contando los avances en riguroso directo porque así, cuando ayer vi de casualidad y en tiempo real cómo un grupo de la asociación de patinaje en la que estoy cambiaba de nombre (de ‘Profes Patín’, a una fecha que no he sabido identificar), después modificaban los administradores y comenzaban las expulsiones como en una suerte de OT de las Nuevas Tecnologías, supe que a mi amiga le habían hackeado el teléfono.
El hacker lo hizo primero con ese grupo en el que estábamos tres personas. Y luego otro en el que estábamos cinco. Si me echaban a mí a patadas de ambos grupos, no podía ser yo la hackeada. Así pues, por eliminación, tenía que ser una de las otras dos personas del grupo de profes. Y de esas dos personas, sólo podía ser la que estaba también el en otro grupo de la misma asociación: El grupo de la Junta Directiva.
Lo primero que se me ocurrió hacer fue intentar contactar con mi amiga a través de WhatsApp. ¡ERROR! El hacker ya había tomado posesión de su teléfono, dedicándome unos bellos epítetos de lo más floridos y en la lengua de Shakespeare.
Lo segundo que se me ocurrió, fue crear un nuevo grupo para la Junta Directiva en el que volví a añadir a todos los que estábamos, pero en el que sólo yo estuviera como administradora. ¡ERROR! El pirata, que esta vez accedió lanzando corazoncitos, acabó desatando de nuevo la furia del lenguaje de la tierra de Su Graciosa Majestad contra mí. Así que fue ahí cuando me di el gusto por la revancha para dejarlo de patitas en la calle virtual. No sin antes gritar un: ¡VOTO A BRIOS! ¡MUERE, BELLACO, MUERE!’, que supongo asustó a mis vecinos.
Busqué información en foros y en la red. ¿Dos personas en menos de una semana? Parece ser que este tipo de hackeo se une a otros como el del link enviado por SMS en el que te dicen que tienes un paquete esperando, o como el del código de cuenta de correo en el que no te dicen ni qué cuenta es y con un link erróneo o desconocido.
En este caso, el engaño se lleva a cabo de una manera muy sutil:
- Recibes en tu teléfono móvil un SMS con un código de seis dígitos.
- Recibes inmediatamente en tu WhatsApp el mensaje de un contacto que dice más o menos lo siguiente: “Hola, lo siento, te envié un código de 6 dígitos por SMS por error, ¿me lo puede mandar favor? Es urgente”.
- Inocentemente le envías ese código a tu contacto. Es tu prima Virtudes. ¿Qué puede salir mal?
- Te has quedado sin teléfono.
Lo que sigue a continuación, como ya he dicho, es que el pirata informático comienza a cambiar los nombres de los grupos por fechas (ignoro porqué. Será su fetiche), después juega con los administradores (eliminándolos si es un grupo con varios de ellos), para, finalmente, empezar a expulsar a todos los integrantes de dichos grupos.
No nos quedemos con la primera capa del problema. El hacker no se queda en los grupos para ver las fotos del cumpleaños de tu sobrino. No accede a WhatsApp para ver cómo pones a parir a tu jefe en el chat de “Colegas Chachis”. No. El WhatsApp es simplemente el medio para conseguir el fin: hackearte el teléfono. No es entrar en WhatsApp. WhatsApp es sólo la puerta de acceso. Es entrar en tu teléfono. En tus cuentas de correo. En tus cuentas bancarias. En las fotos de tus hijos. En las de la cena de Navidad con ese espantoso jersey de reno. En tu intimidad.
Es muy probable que el teléfono de tu prima Virtudes, ese desde el que te ha llegado la petición para que le envíes el SMS que acabas de recibir, esté infectado ya. Al igual que es muy probable que, una vez que el hacker se haya hecho con el control total de tu dispositivo, esté enviando más mensajes similares a todos tus contactos.
Lo mejor es avisar al remitente en cuanto se recibe el WhatsApp. Pero no por WhastApp, obviamente (error que cometí yo). Porque, además de no llegarle al destinatario oficial el mensaje, puedes acabar recibiendo algún “Fuck off”, “fuck you” o similar. ¡Hay que ver qué hermoso es el inglés!
No niego que ayer me gané un enemigo nuevo (¡otro más!), ese simpático hacker, que consiguió hacerse a su vez con el teléfono del marido de mi amiga desde el que siguió mandándome insultos hasta que le dije “Your mother”. Así. En plan castizo. Como un “Speaking in silver” de toda la vida o un “From lost to the river”, ambos libros con los que todos aprendimos a decir frases hechas sin ningún sentido en el idioma de su Graciosa Majestad para volver locos a los ingleses que conocíamos en los veranos de Lloret de Mar.
Si tu caso es el del pobre usuario hackeado, tienes la posibilidad de contactar con WhatsApp a través de la app (Ayustes/Ayuda/Contáctanos), rellenar el pequeño formulario de tres campos que aparece en él y esperar pacientemente a que la central te dé de baja el usuario, te active la doble verificación y te vuelva a activar la cuenta.
Por si acaso, recomiendo a todo el que lea estas líneas, active la doble verificación en todas las aplicaciones que pueda. Que sí, que es muy aburrido tener que andar metiendo códigos cada vez que accedes a una aplicación por primera vez de todas, cada vez que reinicias el dispositivo o borras la caché. Pero, sin duda, también es una herramienta muy útil para evitar hackeos o acceso no deseados a tus secretos más ocultos. Esos en los que apareces en la cena de Navidad con ese espantoso jersey de reno. ¿Quién puede resistirse a hacerte chantaje con semejante foto?
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